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Quiet de Susan Cain, resumen del libro

El poder de los introvertidos en un mundo incapaz de callarse
by The Blinkist Team | Jun 15 2023

En este resumen del popular libro Quiet de Susan Cain te presentamos las ideas principales de este clásico best-seller.

 

Sinopsis

Quiet (2012) trata sobre las fortalezas y necesidades tanto de los introvertidos como de los extrovertidos. Estos blinks describen las situaciones en que ambos tipos de personalidad se sienten a gusto y cómo cada uno puede sacar el máximo partido de su personalidad.

 

¿A quién está dirigido?

  • A las personas que quieren entender mejor la personalidad introvertida.
  • A los creadores de equipos que esperan fomentar la colaboración entre los introvertidos y extrovertidos.
  • A quienes estén interesados en los beneficios de los introvertidos.

 

Acerca de la autora

Susan Cain, egresada de la Universidad de Princeton y la Facultad de Derecho de Harvard, es una escritora estadounidense que se considera introvertida.

 

Por lo general, a los extrovertidos les gusta el ruido y necesitan estímulos, mientras que los introvertidos prefieren estar solos y pensar.

¿Cómo se puede medir o definir la personalidad de alguien? Una forma es determinando en qué punto se encuentra la persona en el espectro introvertido-extrovertido.

Los extrovertidos son sociables y abiertos. Les gusta interactuar con los demás siempre que se les presente una oportunidad. Disfrutan ser el centro de atención y salen con frecuencia. Necesitan estar rodeados de personas. Para ellos, la posición social está determinada por las conexiones sociales, por lo que les gusta tener la mayor cantidad posible de conocidos, amigos de Facebook y seguidores de Twitter.

En su búsqueda del éxito, los extrovertidos se inclinan hacia el entusiasmo y la euforia. Necesitan el reconocimiento de quienes los rodean y se esfuerzan por lograr éxitos rápidos. Por ejemplo, si pierden dinero en la bolsa, invierten aún más para tratar de convertir rápidamente las pérdidas en un triunfo.

Los introvertidos, en cambio, prefieren estar en situaciones tranquilas y les gusta razonar mucho sobre los errores que han cometido. Si perdieron dinero especulando en la bolsa, es probable que dejen de hacerlo y se tomen su tiempo para analizar de nuevo el mercado antes de volver a invertir.

La tendencia del introvertido hacia la meditación sobre las experiencias y hacia los estímulos sensoriales le permite emprender y terminar con eficacia proyectos intelectuales. Los introvertidos pueden obtener ganancias en la bolsa en épocas de crisis y, a lo largo de la historia, han logrado algunos de los hitos culturales clave de la humanidad, como La lista de Schindler y la teoría de la relatividad.

Los introvertidos pueden dedicarse a esas actividades porque les gusta pasar el tiempo en silencio y solos, o en compañía de grupos pequeños, y tienen facilidad para hablar de problemas personales y sociales. Los extrovertidos suelen tener muchos conocidos superficiales, mientras que los introvertidos prefieren tener menos amistades, pero más profundas.

 

Muchos introvertidos son sumamente sensibles y suelen responder intensamente a su entorno.

La gran mayoría de los introvertidos tienen otro rasgo de personalidad en común: son muy sensibles. Los extrovertidos, por su parte, rara vez muestran esta característica.

Las personas muy sensibles procesan la información de su entorno de manera extremadamente minuciosa. Por ejemplo, si se les pide que busquen imágenes en rompecabezas fotográficos, pasan más tiempo observando y se involucran más en las fotos que quienes no son muy sensibles.

Como consecuencia de esta compleja forma de percepción, a las personas muy sensibles las conversaciones profundas sobre valores y moral les interesan mucho más que las anécdotas superficiales de las recientes vacaciones de un compañero de trabajo. Mientras que los extrovertidos participan en conversaciones triviales, los introvertidos prefieren hablar del cambio climático.

El intenso procesamiento de la información de las personas muy sensibles también se observa en su carácter comprensivo. Las tragedias y crueldades tienen un impacto emocional más fuerte en ellas. Parecería que su piel es más delgada y las protege menos de las impresiones y percepciones cotidianas.

En consecuencia, los introvertidos tienen una conciencia moral estricta: son conscientes del impacto de su comportamiento en los demás y suelen tomarse a la tremenda sus errores. A estas personas muy sensibles les importa mucho que los demás los vean de manera positiva, lo que les dificulta demasiado conocer personas nuevas o dar entrevistas.

Por lo tanto, se puede concluir que las personas muy sensibles sienten las emociones con mayor precisión, notan los cambios antes y reaccionan más intensamente a las miradas, los sonidos, el dolor y los estímulos, como el café y el alcohol.

Esta sensibilidad también nos ayuda a definir la diferencia entre introversión y timidez: las personas tímidas les temen a los juicios negativos, mientras que los introvertidos, debido a su sensibilidad, simplemente prefieren los ambientes tranquilos con pocos estímulos. Con su personalidad tranquila y reservada, Bill Gates hace caso omiso a lo que otros piensen de él, mientras que Barbra Streisand es muy sociable, pero padece un intenso pánico escénico. Bill es introvertido, mientras que Barbra es una extrovertida tímida.

 

La diferencia está en el cerebro: el cerebro de los introvertidos muestra reacciones más intensas a los estímulos externos.

Todos nos sentimos cómodos en distintas situaciones. A algunas personas no se les ocurre un placer mayor que estar sentadas en una biblioteca; para ellos, incluso la idea de ir a un club de música tecno es incomprensible. Otros son el polo opuesto: no hay lugar donde se sientan más a gusto que en una masa palpitante de personas y enloquecerían si tuvieran que pasar una sola tarde en la biblioteca.

¿A qué se deben tan marcadas diferencias?

Para responder esta pregunta, psicólogos y otros investigadores observaron cómo reaccionan los recién nacidos a ciertos estímulos. En un experimento, colocaron hisopos de algodón impregnados de alcohol debajo de la nariz de los bebés mientras reproducían una grabación de estallidos de globos. Las reacciones de los niños mostraron dos pautas conductuales muy distintas:

El 20 % de ellos tuvo una reactividad alta; es decir, reaccionaron a los estímulos gritando y pataleando con violencia. El pulso y la presión arterial aumentaron marcadamente.

El 40 % tuvo una reactividad baja: permanecieron tranquilos y serenos, sin reaccionar en absoluto a los estímulos.

A estas reacciones las regulada el conmutador emocional del cerebro humano: la amígdala, una estructura con forma de almendra. La amígdala es el primer lugar al que los órganos sensoriales envían los estímulos recibidos del mundo exterior. La amígdala determina, entonces, nuestra reacción a la señal recibida.

La amígdala de las personas de reactividad alta es extremadamente sensible. Como estas personas tienen reacciones muy intensas a los estímulos externos, prefieren los ambientes de baja estimulación, como las bibliotecas, y al madurar se convierten en individuos reservados y reflexivos: los introvertidos.

Por otra parte, al cerebro de las personas de reactividad baja le cuesta reaccionar a las impresiones nuevas. Por eso, en su infancia, no se ven afectados por los estímulos normales, buscan ambientes más estimulantes y, con el tiempo, se convierten en extrovertidos indiferentes y bulliciosos.

 

Los niños introvertidos son como las orquídeas: solo prosperan en el ambiente adecuado.

La biología y la genética no es lo único que moldea nuestro temperamento. Las experiencias que acumulamos a lo largo de nuestras vidas también nos afectan. Las experiencias de la infancia tienen un impacto aún mayor.

Los niños extrovertidos reaccionan a las influencias ambientales como los dientes de león: prosperan casi en cualquier entorno y es prácticamente imposible desviarlos de su camino. Los niños introvertidos se parecen más a las orquídeas: en un ambiente de contención, florecen; en el lugar equivocado, se cierran.

Entonces, ¿de qué modo los padres pueden atender mejor las necesidades de sus hijos introvertidos? Una buena manera de empezar es tratarlos con respeto y empatía, y fomentar una relación significativa con ellos.

Es importante que los padres reconozcan que su hijo es introvertido y entiendan por qué se siente incómodo en ciertas situaciones, sobre todo en las que hay grupos grandes.

Lo ideal sería que los padres involucren poco a poco al niño en tales experiencias. Si un niño tiene miedo de hablar frente a otras personas, los padres pueden animarlo a hablar primero frente a amigos en quienes confían e ir aumentando paulatinamente el número de los presentes. Así el niño puede adquirir suficiente autoconciencia para poder hablar un día frente a toda una clase.

Cuando los niños introvertidos reciben la educación adecuada, pueden adquirir confianza en sí mismos y aprender a desarrollar sus aptitudes constructivamente. Pero, si son objeto de presiones, estimulación excesiva o marginación, corren más riesgo de sufrir depresión o afecciones respiratorias.

 

En el mundo occidental, prevalece el ideal del extrovertido exitoso.

¿A quién considerarían más competente: al extrovertido que cautiva la atención de los demás y marca el tono de la conversación o al introvertido que, sentado en un rincón, escucha en silencio?

La sociedad occidental tiene una respuesta muy clara a esa pregunta. A los extrovertidos no solo se los considera más aptos e inteligentes por su sociabilidad, sino más interesantes y cooperativos.

Se suele ver a los extrovertidos como personas físicamente más atractivas y más despreocupadas. El prototipo de los introvertidos, en cambio, es insulso, difícil de describir y de mal gusto.

Tal vez incluso tiene acné o parece venir de otro planeta.

En virtud de esta concepción, en el mundo occidental, la extroversión se considera favorable para el éxito.

Esto se hace evidente en el viaje de la autora a un seminario del orador motivacional Tony Robbins. El evento giraba en torno a la extroversión por encima de todo y esta personalidad se determinaba como la clave para destacarse del resto en un mundo competitivo.

Esta tendencia es la razón por la que los profesores de la Escuela de Negocios de Harvard se proponen volver extrovertidos a todos sus alumnos. El programa incluye una rigurosa participación activa en seminarios y la colaboración en grupos de estudio. Incluso salir con compañeros de estudios todas las noches es parte del programa obligatorio.

Un análisis de universidades japonesas y coreanas revela un ideal completamente distinto. Allí, el estudiante promedio prefiere dedicarse a la lectura de sus libros todo el día, en lugar de ir de bar en bar con amigos. En los seminarios, prestan atención y toman apuntes con diligencia. Hablar sin que se lo pidan se considera arrogante, inapropiado, insolente y señal de malos modales.

Cada cultura valora temperamentos diferentes. Mientras que en Europa y América, por lo general, se prefieren las conductas extrovertidas a las introvertidas, en Asia ocurre lo contrario.

 

El ideal de extroversión es un fenómeno de los últimos 150 años.

Dale Carnegie creció en un pueblo de Misuri a principios del siglo XX. Era el típico introvertido: flaco, sin músculos y nervioso: lejos de ser un gran orador.

Pero, cuando un conferencista del movimiento de educación de adultos visitó el pueblo natal de Carnegie, este quedó encantado con su talento. Más adelante, en la universidad, Dale quedó impresionado con los ganadores del concurso de retórica, a quienes se consideraba los líderes del futuro.

Carnegie era un hombre ambicioso y se esforzó mucho por perfeccionar sus aptitudes. Con el tiempo llegó a ser un orador magistral y una celebridad en el campus. Tras graduarse de la universidad, se convirtió en un viajante de comercio que ofrecía tocino y jabón, y ganó clientes en todos los Estados Unidos con una sonrisa encantadora y un firme apretón de manos. Más tarde, fundó el Instituto Dale Carnegie con el fin de ayudar a los hombres de negocios a superar sus inseguridades.

Es interesante el hecho de que la transformación de Carnegie refleja un cambio general en los Estados Unidos en el siglo XX: el cambio de los valores rurales a los urbanos.

En Estados Unidos en el siglo XIX, las comunidades eran pequeñas y muy unidas. Si uno trabajaba arduamente, tenía un buen comportamiento y defendía a sus vecinos, se ganaba el respeto y el reconocimiento de la comunidad. No había necesidad de llamar la atención ni demostrar el tipo de persona que era. Todo el mundo en la comunidad lo podía notar.

Sin embargo, el auge económico de principios del siglo XX disolvió estas estructuras sociales y cada vez más personas se mudaban del campo al anonimato de ciudades grandes y bulliciosas donde prevalecía el lema: “Si quieres destacarte, tienes que saber venderte”.

El nuevo ideal del estadounidense exitoso implicaba tener una actitud desenvuelta, abierta y afable, y usar traviesamente el encanto para dar siempre la impresión de ser una persona inteligente.

Esta transformación también se puede observar en los anuncios de la época. Como advertía a los consumidores el fabricante de una crema de afeitar en los años de 1930: “EN ESTE PRECISO MOMENTO, TE ESTÁN JUZGANDO UNOS OJOS CRÍTICOS” (CRITICAL EYES ARE SIZING YOU UP RIGHT NOW).

Desde principios del siglo XX, el individuo deseable es alguien desbordante de energía, que nos embelesa y fascina con su carisma irresistible.


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