Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen Covey, resumen del libro
En este resumen del popular libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen Covey te presentamos las ideas principales de este clásico best-seller.
Sinopsis
Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva (1989) es el fenómeno de autoayuda con gran influencia que puede enseñarles los principios de la eficacia. Una vez que conviertan estos principios en hábitos, estarán encaminados hacia un mayor éxito, tanto en la vida personal como profesional.
Cambien sus hábitos y su vida con este método de autoayuda que deben conocer y que millones de personas han implementado.
¿A quién está dirigido?
- Personas que quieren tener una vida personal y profesional más eficaz.
- Personas que han oído hablar sobre los siete hábitos famosos y quieren aprender al respecto.
Acerca del autor
Stephen Covey fue autor, asesor y conferencista estadounidense. Además de escribir libros sobre autoayuda y habilidades de motivación, también escribió textos de religión. Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva es su obra más reconocida, que vendió más de 20 millones de copias.
¿Qué beneficio ofrece? Adoptar los hábitos que diferencian a la gente altamente efectiva del resto.
¿Les gustaría ser más eficaces en la vida? ¿Quizás quieren alcanzar más logros en el trabajo? ¿O ser más amorosos y afectivos con su pareja?
Independientemente de lo que quieran mejorar, solo lo lograrán si primero cambian ustedes mismos. Y la mejor manera de lograr un cambio personal duradero es mejorando los hábitos.
Somos seres de hábitos, lo sabemos. Nuestros hábitos definen, en gran medida, tanto nuestra manera de actuar como nuestra forma de ser. Las rutinas definen nuestro carácter y, como la gravedad, atraen nuestro comportamiento hacia una dirección específica.
Pero, ¿cuáles son los hábitos que pueden ayudarles a ser más eficaces? Estos blinks describen un programa incremental e integrado que mejorará su eficacia personal y profesional. Hacen hincapié en los siguientes hábitos:
- Ser proactivos.
- Empezar con un fin en mente.
- Priorizar las cosas.
- Pensar en situaciones favorables para todos.
- Entender primero y luego ser entendidos.
- Crear sinergias.
- Recargar las energías.
Métanse de lleno y únanse a los millones de personas que ya se han beneficiado con este método.
Para lograr un cambio duradero, deben trabajar en su carácter, no solo en su comportamiento.
Cuando Stephen Covey se embarcó en su búsqueda para comprender verdaderamente la naturaleza del éxito, comenzó sumergiéndose en unos 200 años
de literatura sobre el tema, a partir de 1776.
Sobre la base de esta inmersión profunda, concluyó que, en términos generales, hay dos formas de esforzarse por mejorar la vida:
1.
El primer método es trabajar en las habilidades necesarias para alcanzar el comportamiento que desean. Por ejemplo, si desean mejorar sus relaciones con los demás, pueden estudiar técnicas de comunicación o lenguaje corporal.
Podemos llamar a este método la ética de la personalidad. Este método ha sido particularmente popular desde los años 1920, pero, a pesar de que suena como un camino de crecimiento sólido, en realidad, es solo un atajo. La ética de la personalidad no los deja trabajar en los rasgos fundamentales de su carácter que los detienen y promete una técnica fácil de aprender que solucionará todos los problemas.
Pero, lamentablemente, esta promesa suele no funcionar y casi nunca genera un crecimiento personal duradero.
2.
El segundo método es mucho más eficaz: trabajar en su carácter, es decir, en los hábitos fundamentales y los sistemas de creencias que forman su visión del mundo. Solo el comportamiento que surja directamente de su carácter perdurará en el tiempo, porque, tarde o temprano, su carácter se destacará.
Esto se puede llamar la ética del carácter y enfatiza aspectos como el coraje, la integridad y la regla de oro. Este era el método dominante para el éxito antes de los años 1920 y lo podemos observar en los escritos de personas decididas como Benjamin Franklin.
Entonces, si realmente quieren cambiar, deben trabajar de adentro hacia afuera. Si, por ejemplo, desean tener un matrimonio feliz, primero deben convertirse en personas más positivas, no solo dominar algunas técnicas fáciles para agradar más a los demás.
Entonces, ¿cómo podemos trabajar en su carácter? Veámoslo en el próximo blink.
Adapten su forma de ver el mundo a principios básicos universales.
Si alguna vez transitaron las calles de una ciudad nueva, saben que un mapa puede resultar útil.
Pero, cuando transitan por el mundo que los rodea, en lugar de un mapa con calles y direcciones, necesitan sus paradigmas como guía. Un paradigma es la forma subjetiva en que cada uno de nosotros percibe y comprende el mundo.
Después de todo, nadie es realmente un observador objetivo. Todo lo que entendemos sobre el mundo se ve influenciado por nuestros propios paradigmas. Por ejemplo, una persona con un paradigma negativo percibirá perderse en una ciudad desconocida como una pérdida de tiempo frustrante, mientras que alguien con un paradigma más positivo podría verlo como una aventura inesperada.
Como nuestros paradigmas son el centro de nuestro carácter, cambiar nuestros paradigmas es la clave para conseguir cambios duraderos. Solo así podemos cambiar nuestras realidades subjetivas y, con ellas, nuestro carácter y nuestros comportamientos. Es por eso que deben reconocer y monitorear sus propios paradigmas o, de lo contrario, no sabrán cuáles los están frenando.
El autor experimentó un profundo cambio de paradigma una vez en el metro de Nueva York. Era un domingo por la mañana y el vagón del metro estaba muy tranquilo. La mayoría de las personas estaban leyendo o descansando con los ojos cerrados.
Un hombre y sus hijos entraron al vagón. La escena cambió de inmediato: los niños comenzaron a gritar y tirar cosas, lo que molestó a todos los pasajeros del vagón. Mientras tanto, el padre solo se sentó y cerró los ojos.
El autor estaba tan irritado por las molestias y la aparente indiferencia del hombre que le pidió que controlara a sus hijos. El hombre, de manera diplomática, respondió que sí, probablemente debería hacerlo, pero que la madre de los niños había muerto apenas una hora antes y todos estaban en estado de shock.
Por supuesto, el paradigma del autor cambió en ese mismo momento a uno de profunda compasión y deseo de ayudar.
Si bien no todos los cambios de paradigma se dan con esta rapidez, todos pueden ser igualmente eficaces.
Entonces, ¿en qué paradigmas deberían trabajar?
Los más efectivos son los que se adaptan a principios más grandes y universales, como la equidad, la honestidad y la integridad. Como la mayoría de las personas están de acuerdo en que estos principios son buenos, los vemos como leyes permanentes y naturales. Por lo tanto, si su mapa de paradigmas refleja de manera más precisa este escenario de principios naturales, más realista será su visión y tendrán más posibilidades de conseguir con éxito un cambio duradero.
Alcanzar este tipo de paradigma basado en principios es exactamente de lo que se tratan los siete hábitos.
El primer hábito: ser proactivos y tomar el control de su propio destino.
¿Qué diferencia a los humanos de los animales? Una diferencia crucial es que a los animales los dominan estímulos externos y solo pueden reaccionar a estos estímulos de la manera preprogramada por su naturaleza.
Los humanos, en cambio, podemos reflexionar sobre un estímulo antes de responder a él e incluso podemos reprogramarnos para responder de la manera específica y deseable.
Esto significa que, en lugar de solo reaccionar ante el mundo que nos rodea, tenemos la capacidad de influir en él de manera proactiva.
Pero, a pesar de que todos tenemos esta capacidad de proactividad, muchas personas eligen ser reactivas y dejan que las circunstancias externas dicten su comportamiento y sus emociones. Por ejemplo, pueden estar de mal humor si está lloviendo o si otras personas los han tratado mal. También lo pueden percibir en la forma en que esas personas hablan. Con frecuencia, usan frases como “No fue mi culpa” o “Está fuera de mi control”.
Las personas proactivas, en cambio, escogen su propio destino. Asumen la responsabilidad de sus vidas y toman decisiones conscientes sobre su comportamiento. Dicen cosas como “He decidido…” o “Busquemos una solución a este problema”.
Otra forma de entender la diferencia entre las dos actitudes es imaginando dos círculos concéntricos. El círculo exterior es su círculo de preocupación, que representa todo lo que les preocupa, desde la factura de la electricidad hasta la amenaza de una guerra nuclear. Dentro de este círculo, está el círculo más pequeño llamado círculo de la influencia, que representa todo sobre lo que tienen un verdadero control.
Las personas proactivas se enfocan en sus círculos de influencia y eligen trabajar en lo que pueden controlar. Y esto expande su círculo de influencia.
Mientras tanto, las personas reactivas se enfocan en sus círculos de preocupación y se preocupan por lo que no pueden cambiar. Esto reduce su círculo de influencia.
La proactividad puede ser un hábito muy poderoso y hasta funciona en las situaciones más extremas. Tomemos el ejemplo de Viktor Frankl, quien, durante la Segunda Guerra Mundial, permaneció prisionero en diversos campos de concentración alemanes. En medio de esta situación angustiante, decidió que, aunque los guardias controlaban todo sobre su entorno, todavía era libre de elegir cómo responder a sus circunstancias. Aunque su sufrimiento era terrible, podía imaginarse en el futuro, en días más felices, enseñando a sus alumnos lo que había aprendido en el campo. Su libertad existía en la pequeña brecha entre los estímulos externos que enfrentaba y su respuesta a ellos. Nadie podía quitarle esta última libertad y él la alimentó hasta que, como una pequeña chispa que arde en un fuego rugiente, inspiró a quienes lo rodeaban, incluidos algunos de los guardias.
Del mismo modo, ustedes también tienen el poder de decidir qué sucede en la brecha entre un estímulo y su respuesta. Y, así, pueden cambiar su comportamiento y sus emociones. Para poner esto en práctica, comprométanse a un desafío de proactividad de 30 días: Ya sea en casa o en el trabajo, cada vez que se den cuenta de que están culpando a alguien o a un factor externo por un problema al que se enfrentan, recuerden que la causa raíz es su reacción al problema. Enfóquense en buscar las soluciones, en lugar de culpar a los demás. Pongan en práctica esta pequeña libertad que tienen antes de responder y verán que su capacidad de proactividad dará buenos resultados.
El segundo hábito: empezar con un fin en mente.
Cada vez que realizan una acción, en realidad, la realizan dos veces: primero, en la mente, cuando la imaginan, y luego de manera física, cuando la ejecutan.
Por ejemplo, si construyen una casa, primero visualizarán qué tipo de casa desean, harán planes para el diseño, las habitaciones y el jardín, todo antes de colocar el primer ladrillo. Si no se toman el tiempo para hacer esto, la construcción en sí probablemente resulte muy caótica y costosa. Sin un plan a seguir, sin duda, habrá pasos en falso que le costarán mucho dinero, como olvidarse de dejar espacio para las escaleras que llevan a la planta alta.
Por eso, es crucial tener el fin deseado en la mente antes de comenzar cualquier tarea. Cuanto más exacta y realista sea la imagen mental de la acción, mejor será su ejecución y, por lo tanto, mejores los resultados.
Este tipo de anticipación visual funciona en todas las situaciones posibles. La mayoría de los velocistas competitivos, por ejemplo, practican mucho la visualización sobre cómo saldrán del bloque de salida, cómo completarán una carrera perfecta y cómo terminarán en primer lugar.
Entonces, ya sea en el trabajo o en casa, tómense el tiempo necesario para la visualización. Como dice el dicho, “Mejor prevenir que curar”. Es mucho más productivo dedicar tiempo a anticipar una acción y visualizar el resultado deseado que actuar con prisa y, posiblemente, en la dirección equivocada.
Para comenzar, podrían pensar en uno de sus próximos proyectos y escribir con exactitud qué resultados desean y qué medidas tomarán para lograr esos resultados.
Pero, comenzar con el fin en mente no solo es importante para proyectos individuales, sino también para sus metas de vida a largo plazo, como verán en el próximo blink.
El segundo hábito (continuación): escribir una declaración de misión personal e integrarla a su vida diaria.
Este es un breve ejercicio mental. Imaginen que ya pasaron tres años y, por desgracia, han fallecido. Tómense un momento para visualizar su propio funeral. Imaginen a sus seres queridos, su pareja, su mejor amigo, tal vez su colega más querido, diciendo elogios. Ahora pregúntense: ¿qué les gustaría que dijeran? ¿Cómo quieren que los demás los recuerden? ¿Por qué quieren ser recordados?
Lamentablemente, muchas personas pasan su tiempo trabajando en objetivos que no les importan, porque nunca se detuvieron para definirlos con claridad. En resumen, no pueden comprender la diferencia entre ser eficiente y ser efectivo.
Ser eficiente significa hacer la cantidad máxima de tareas en el menor tiempo posible. Pero esto no tiene sentido si no saben por qué están trabajando. Es algo así como subir una escalera que está contra la pared equivocada: suben, pero en la dirección equivocada.
Ser efectivo, en cambio, significa tener la escalera en la pared correcta, es decir, saber cuál es su destino en la vida. Las personas efectivas no solo andan en busca del dinero o la fama sin pensar, sino que se enfocan en lo que es importante para ellos. Todo lo demás es solo una pérdida de tiempo.
Entonces, ¿cómo pueden aclarar su destino en la vida?
Un método útil es hacerse las preguntas de su funeral antes mencionadas y luego usar sus respuestas como base para escribir una declaración de misión personal. Se trata de un documento en el que definen su propio credo, es decir, qué tipo de persona quieren ser, qué esperan lograr en la vida, así como los valores y principios básicos que subyacen a estos objetivos.
La declaración de misión es su constitución personal, un estándar establecido con el que todo lo demás se puede medir y valorar. Tener esta brújula
da un sentido de dirección y seguridad, y permite al menos tratar de adaptar todas sus acciones en función de ella.
Algunos pensamientos que se podrían incluir en la declaración de misión de una persona son: “Valoro mi trabajo y mi familia por igual, y buscaré equilibrar el tiempo que dedico a ellos. Valoro una sociedad justa y me esforzaré por hacer oír mi voz en las decisiones políticas. Seré proactivo en la búsqueda de mis objetivos de vida y no me dejaré llevar por las circunstancias”. Entre otros.
Como este es un documento primordial en su vida, no pueden terminarlo en una noche. Requerirá una profunda introspección y varias modificaciones antes de tener la versión final, e incluso entonces deberán revisarlo de vez en cuando.
El tercer hábito: priorizar las cosas.
Ahora que tienen una misión, ¿cómo pueden continuar de manera proactiva para hacerla realidad? Pues de una forma muy simple: vivir acorde a ella, día tras día.
Por supuesto, en medio de sus problemas, funciones y relaciones cotidianas, esto puede ser un desafío y exige buenas habilidades de gestión del tiempo.
Por desgracia, la mayoría de las técnicas de gestión del tiempo se enfocan en aumentar la eficiencia y no en mejorar la efectividad. Pero la buena noticia es que no necesitan técnicas complicadas. La mayoría de las veces es suficiente recordar una simple frase: “priorizar las cosas”.
Esto significa priorizar de forma rigurosa todo lo que hacen para ocuparse siempre de lo importante y dejar de lado lo demás para lidiar con ello luego o delegarlo.
Muy bien, pero ¿cómo sabemos qué es importante?
Un buen punto para comenzar es categorizar todas sus tareas según dos dimensiones: urgencia e importancia. Esto le da una matriz de 2 x 2 con cuatro cuadrantes:
En el cuadrante uno, están las tareas que son importantes y urgentes, como las crisis que se deben abordar de inmediato.
En el cuadrante dos, están las tareas que son importantes, pero no urgentes, como escribir su declaración de misión, entablar relaciones importantes y planificar para el futuro.
En el cuadrante tres, están las tareas que son urgentes pero, no importantes, como un teléfono que suena mientras están trabajando en otra cosa.
Y en el cuadrante cuatro, están las tareas que no son ni importantes ni urgentes, en otras palabras, que son una pérdida de tiempo.
De estos cuadrantes, el más importante para enfocarse es el número dos. Estas acciones son las que tendrán un impacto muy positivo en su vida. Y, cuando trabajen lo suficiente en el cuadrante dos, verán que surgen menos crisis en el cuadrante uno.
Por desgracia, muchas personas no entienden la importancia del cuadrante dos. Por ejemplo, mientras el autor trabajaba con un grupo de gerentes de centros comerciales, descubrió que, aunque sabían que entablar relaciones con los dueños de las tiendas era lo más positivo que podían hacer, dedicaban menos del cinco por ciento de su tiempo a hacerlo. En cambio, estaban siempre ocupados lidiando con problemas del cuadrante uno, como informes, llamadas e interrupciones.
Gracias a la motivación del autor, decidieron pasar un tercio de su tiempo con los dueños de las tiendas y el efecto fue increíble: tanto la satisfacción como los ingresos por arrendamiento se dispararon.
Un buen primer paso para implementar este hábito en su vida es identificar una actividad del cuadrante dos que hayan descuidado, una que tendría un impacto significativo en su vida si la hicieran bien. Luego, se comprometen por escrito a realizar más esa actividad.
El cuarto hábito: pensar en situaciones favorables para todos.
Cuando interactúan con otras personas, ¿qué tipo de resultado suelen buscar?
Las perspectivas globales de la mayoría de las personas están formadas por un fuerte paradigma de “ganar o perder”. Esto significa que ven cualquier interacción con los demás, ya sea en el trabajo o en su vida personal, básicamente como una competencia, en la que deben luchar contra la otra persona por el premio.
Pero la mayoría de las situaciones en la vida no tienen por qué ser competencias. Por lo general, hay suficientes premios para todos y es mucho mejor cuando todas las partes trabajan para lograr una solución favorable para todos, en lugar de luchar por un resultado de “ganar o perder”.
La principal desventaja de la mentalidad de “ganar o perder” es que, cuando dos personas con esta mentalidad se enfrentan, la situación suele ser desfavorable para ambas. Después de una amarga pelea, la dos partes terminan perdiendo. Mientras tanto, arrojan el premio al suelo y se lo termina llevando el perro.
Además, es imposible que se forme una relación positiva a largo plazo entre dos personas que compiten constantemente entre sí.
Por ejemplo, si su empresa vende servicios a un cliente y les interesa establecer un precio más alto con una fuerte mentalidad de “ganar o perder”, pueden lograr aumentar un poco el valor del trato, pero el cliente probablemente preferirá llevar su negocio a otra parte la próxima vez, por lo que, a largo plazo, también perderán.
Pero, si piensan en situaciones favorables para todos, lograrán entablar muchas relaciones positivas, ya que cada interacción fortalece la relación, en lugar de desgastarla. En el ejemplo anterior, si hubieran buscado un trato satisfactorio para ambas partes, el cliente probablemente recordaría su actitud justa y volvería la próxima vez, lo que se traduce en aumento de ganancias a largo plazo.
Entonces, es necesario seguir negociando y comunicando intereses hasta encontrar una solución conveniente para todas las partes. Pero esta no es una tarea fácil. Requiere sensibilidad y paciencia, y la recompensa es una relación positiva duradera y generación de confianza mutua, de la que todas las partes pueden beneficiarse.
Un buen ejercicio para comenzar es pensar en una relación importante que tengan en la que les gustaría desarrollar una mentalidad de conveniencia para todos. Ahora pónganse en el lugar de la otra parte y escriban lo que creen que constituiría una victoria para esa parte. Luego, piensen en qué resultados serían ganancias para ustedes. Por último, acérquense a la otra parte y pregúntenle si estaría dispuesta a llegar a un acuerdo satisfactorio para ambos.
El cuarto hábito (continuación): formar relaciones estables con los demás significa invertir en cuentas bancarias emocionales.
Una relación con otra persona es como una cuenta bancaria emocional: si le dedican tiempo, esfuerzo y buena voluntad, el saldo de la cuenta crece, lo que refleja mayor confianza entre las dos partes. Un saldo saludable en su cuenta significa que ambas partes son flexibles y cualquier falta de comunicación se soluciona rápidamente.
Si, por el contrario, el saldo está en cero, no hay flexibilidad y la relación es como un campo minado: hay que elegir con mucho cuidado cada palabra para evitar un conflicto explosivo.
Entonces, ¿cómo pueden aumentar el saldo?
Un pago podría ser, por ejemplo, encontrar una solución beneficiosa para todos, cumplir las promesas que han hecho, o escuchar con empatía y detenimiento a la otra persona.
Una extracción, por otro lado, sería trabajar para encontrar una solución de “ganar o perder”, romper una promesa o escuchar a la otra persona a medias.
Para entablar relaciones sólidas y duraderas, hay varios depósitos importantes que pueden hacer: cumplir siempre las promesas, ser explícitos sobre lo que esperan de la otra persona, y ser amables y sensibles incluso en lo que respecta a asuntos pequeños.
Otro depósito importante es mantener la máxima integridad personal. Esto significa ser leales a aquellos que no están presentes y nunca hablar mal de ellos ni revelar lo que les hayan contado en confianza. Esto demostrará a los presentes que se puede confiar en ustedes.
Pero quizás uno de los depósitos más importantes que pueden hacer es tratar de comprender verdaderamente a otras personas, ya que este depósito les permite descubrir qué es importante para ellos y, por lo tanto, qué consideran como depósitos.
Un amigo del autor entendió la importancia de este tipo de depósito. Aunque no era fanático del béisbol en absoluto, llevó a su hijo a un viaje por carretera un verano para ver jugar a todos los equipos de las grandes ligas. Fueron seis semanas muy costosas, pero también fue algo que fortaleció mucho su relación. Cuando se le preguntó si le apasionaba el béisbol, el amigo dijo: “No, pero mi hijo es mi gran pasión”.
Si por casualidad hacen una extracción de la cuenta, reúnan el coraje necesario para disculparse de manera sincera. Se necesita fuerza de carácter para hacerlo y las personas suelen ponerse muy felices de perdonar a un pecador arrepentido.
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