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Freakonomics de Steven D. Levitt, resumen del libro

Un economista canalla explora el lado oculto de todo
by The Blinkist Team | Feb 27 2023

En este resumen del popular libro Freakonomics de Steven D. Levitt te presentamos las ideas principales de este clásico best-seller.

 

Sinopsis

Freakonomics (2005) aplica el análisis económico racional a situaciones cotidianas, desde las citas en línea hasta la compra de una casa. El libro revela por qué nuestro modo de tomar decisiones suele ser irracional, por qué las opiniones generalizadas a menudo se equivocan, y cómo y por qué se nos incentiva a hacer lo que hacemos.
 

¿A quién está dirigido?

A toda persona interesada en la toma de decisiones humana

A los directivos de empresa que tienen interés en el impacto de los incentivos y el análisis de riesgos

A los economistas que buscan una manera más creativa de aplicar las herramientas de la economía
 

Acerca de los autores

Steven D. Levitt enseña economía en la Universidad de Chicago. Su manera heterodoxa de usar las herramientas de la economía para revelar aspectos ocultos de las decisiones cotidianas ha suscitado un debate en los medios de comunicación y los círculos académicos.

Stephen J. Dubner es ex escritor y editor en la New York Times Magazine, suplemento dominical del periódico. También es autor de Turbulent Souls, Confessions of a Hero- Worshiper y el libro infantil The Boy with Two Belly Buttons.
 

Los incentivos pueden afectar la billetera, el orgullo o la conciencia.

En este preciso momento, es probable que incontables personas deseen afectar nuestra conducta: políticos, policías, el médico, el jefe, nuestros padres o nuestro cónyuge, por nombrar solo unos cuantos. Aunque la táctica usada puede variar desde amenazas y sobornos hasta el encanto y el engaño, todos los intentos tienen algo en común: están basados en incentivos.

Un incentivo es básicamente un medio para apremiar a la gente a perseverar más en algo bueno o menos en algo malo.

Los incentivos se dividen en tres categorías generales: económicos, sociales y morales. Los más eficaces —los que logran el cambio de conducta deseado— combinan los tres tipos.

Un ámbito en el que los incentivos resultan decisivos es el de la delincuencia. Las personas normalmente tienen oportunidades de engañar, robar y defraudar, así que es interesante examinar qué incentivos les impiden hacerlo.

El riesgo de ir a la cárcel y la consiguiente pérdida del empleo, la casa y la libertad son todos de índole básicamente económica, y sin duda constituyen un fuerte incentivo en contra del delito.

También hay un fuerte incentivo moral, ya que las personas no quieren hacer algo que les parece malo.

Por último, existe un poderoso incentivo social, pues nadie desea ser visto por los demás como capaz de hacer algo malo. A menudo, según el delito de que se trate, este último incentivo puede ser más fuerte que las sanciones económicas.

Es la combinación de los tres tipos de incentivos la que anima a la mayoría de la gente a abstenerse de delinquir.

Los incentivos pueden afectar la billetera, el orgullo o la conciencia.
 

Implantar incentivos a menudo puede tener efectos no deseados en el comportamiento humano.

Todos estamos familiarizados con los intentos de incentivar ciertas conductas. Ya sean los padres que ofrecen regalitos a sus hijos por hacer los deberes escolares o las empresas que dan bonos a los empleados que cumplen sus objetivos de ventas, a todo el mundo se lo ha tratado de seducir con incentivos.

Sin embargo, influir en la conducta agregando incentivos suele ser un asunto más complicado de lo que parece a primera vista. Los incentivos a menudo actúan en un entorno en el que cambios pequeños pueden tener impactos drásticos, y no siempre en el sentido en que esperaban quienes introdujeron los cambios.

En un estudio de guarderías de Haifa, Israel, unos economistas intentaron reducir el número de padres que llegaban tarde a recoger a sus hijos. Para lograrlo, implantaron el desincentivo económico de una pequeña multa equivalente a 3 dólares.

Pero en vez de reducir el número de recogidas tardías, el cambio en realidad lo duplicó. ¿Cómo era posible que el desincentivo resultara contraproducente?

Un motivo quizá fuese que la suma no era lo suficientemente grande, lo que puede haber dado a entender a los padres que las recogidas tardías no eran un problema grave.

Sin embargo, lo peor de todo era que el pequeño desincentivo económico reemplazó un desincentivo moral anterior: el sentimiento de culpa de los padres por llegar tarde. Ahora los padres podían librarse de la culpa con un soborno de unos cuantos dólares, de manera que les preocupaba menos llegar tarde.

Además, una vez enviada la señal, el efecto no podía deshacerse. La cancelación de las multas no tuvo ningún efecto correctivo en el número de recogidas tardías.

Como demuestra el ejemplo, establecer incentivos puede ser traicionero, sobre todo si ya existen otras formas de incentivo. Cuando ustedes adopten incentivos, piensen con cuidado si pueden reemplazar otros que ya existan.

Implantar incentivos a menudo puede tener efectos no deseados en el comportamiento humano.
 

Los incentivos dependen del contexto: lo que funciona en un día soleado quizá fracase cuando está lloviendo.

¿Han robado un banco alguna vez? Seguramente no, ya que hay una diversidad de desincentivos (p. ej., cárcel, pérdida de la altura social, conciencia culpable) que les impiden intentarlo. Sin embargo, algunas personas roban bancos, aunque se enfrenten a los mismos desincentivos. ¿Por qué?

Porque cada cual reacciona de distinta manera a los mismos incentivos.

Esto es bastante obvio pero, lo que es más sorprendente, incluso una misma persona puede reaccionar de forma distinta a idénticos incentivos según la ocasión de que se trate.

Consideremos los datos reunidos por Paul Feldman, que administraba un negocio que surtía de bagels a cafeterías de oficina. Junto a los bagels dejaba una caja para dinero, sin supervisar, para que los clientes pagaran, y al final del día pasaba a recoger el dinero y los bagels sobrantes. Como cada cliente tenía los mismos incentivos para pagar —el deseo de ser y parecer honrado—, los variables índices de pago según el día en los distintos lugares reveló algunas tendencias interesantes sobre la honradez en condiciones cambiantes.

El principal factor que influía en el grado de honradez de sus clientes parecía ser el estado de ánimo individual, que a su vez era afectado por otros factores:

El tiempo atmosférico desempeñaba un importante papel, con mayores índices de pago los días calurosos fuera de estación, y menores índices los días fríos fuera de estación. Las fiestas estresantes como Navidad y Acción de Gracias reducían drásticamente las tasas de pago, mientras que otras más relajadas aumentaban las tasas.

De manera similar, la moral de la oficina ejercía cierta influencia: el personal de las oficinas felices tenía más probabilidades de pagar. También hubo un aumento universal de los índices de pago a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre, lo que el autor atribuye a un repunte general de la empatía.

La lección es que los incentivos que funcionan a veces con algunas personas quizá no funcionen otras veces con las mismas personas, dependiendo de los cambios de circunstancias mundiales, locales o personales que afecten su estado de ánimo.

Los incentivos dependen del contexto: lo que funciona en un día soleado quizá fracase cuando está lloviendo.
 


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